Los relojes en un cajón. Las fresas en remojo. Un libro. Silencio.
Harta de perder las llaves de casa, las gomas del pelo, la barra de labios roja – a lo Robert Smith- que he vuelto a usar tras un inacabado duelo, me dedico, cuando quiero, a “perder” el tiempo…
Es lo que hacen los pájaros cuando hinchan su pecho durante el invierno, lo mismo que la lluvia cuando resbala por los cristales, lo que una polilla enorme y despistada hace girando alrededor de una bombilla cansada: “perder el tiempo”.
“Pierdo” el tiempo porque sí, porque me da la gana, porque puedo. Lo pierdo y, si se me antoja, no lo encuentro.
“Pierdo” el tiempo estirando sin prisas todo mi cuerpo, sesteando sobre un libro recién abierto, quitándole bolas a un jersey viejo…”Pierdo” el tiempo, la cabeza, la compostura, las maletas, los bostezos…
Las fresas en remojo. Pereza en el cajón de los relojes. Silencio. Pierdo el tiempo…
Sushi Q.