Hoy he rebautizado a la abuela del mejor amigo de mi hijo.
Muchas veces les llevo en mi coche, porque ella no tiene y la madre del pequeño curra hasta muy tarde, y según salen del cole: ¡a karate! ¡Kia!
Al principio les daba mucho apuro, a la abuela, no al niño, el niño está encantado, claro, pero a base de insistir y de decirle que en mi coche caben todos, he conseguido que se sientan tranquilos y cómodos.
-Vamos abuela- le digo casi sin conocerla. Y la mujer sonríe y me mira como pensando: ¿de dónde habrá salido esta colgada? (estoy acostumbrada, soy así y hablo con todo el mundo, qué suerte tengo y la cantidad de gente que conozco, de la que aprendo y a la que acabo queriendo) ¡que viva la sociabilidad y los nachos con queso!
Sigo.
La semana pasada me enteré del nombre de la abuela y de que no le gusta nada (no me extraña, no daré datos por respetar su intimidad y la del niño, pero es un nombre espantoso, absolutamente espantoso) así que, como soy así, espontánea, he decidido proponerle un cambio:
-A ver abuela- le he soltado esta tarde -¿Cómo te gustaría llamarte si pudieras elegir nombre?
-Pues la verdad, no sé, mi nombre no me gusta, prefiero el diminutivo.
-Ya, ya, pero a ver, yo te hablo de un cambio ¿no te molaría llamarte como una diva Hollywoodiense tipo Ava Gardner o Marilyn?
La mujer me ha mirado y ha sonreído tímidamente, como con cariño y nostalgia… no sé, algo así.
-No sé, hija, eso no se puede cambiar…
-¡Como que no! ¡Claro que se puede! Mira, a partir de ahora te voy a llamar Marilyn, ya está, Marilyn. ¿Te gusta?
Y ha vuelto a sonreír.
-¡Niñooooos! ¡Vamos, al coche!
He abrochado a los niños, he abierto la puerta a Marilyn y he ido cojeando con un dolor de la hostia para conducir (hoy fui a la fisio y me llevé la del pulpo)
Allí los he dejado, en karate, me he metido en el coche a reposar una hora mientras escuchaba música idiotizante y he vuelto a por ellos.
Durante el camino que separa el parking del aula he decidido observar, renqueante, lo bueno del camino y me he encontrado con almendros florecidos y con gente tirada en la hierba en un parque de al lado. ¡Qué maravilla! ¡Qué puta maravilla! He tomado fotos de mis pies con playeras, de los árboles y de mi kit diario de supervivencia (cuando estoy con mi hijo)
Me he dado cuenta de que todo es tan pasajero, tan bonito o tan dañino como nosotros queramos hacerlo. Me he dado cuenta de que, pese al dolor, se puede disfrutar del no dolor y que mucho de ello depende de nuestra cabeza.
-La primavera está aquí- he pensado- y yo… yo lo hago como madremente puedo…*
Sushi Q. (hasta el coño de mi pie dolorido pero sin dejar nunca de disfrutar del camino)
*Gracias, Belén, por regalarme esa bolsa. Tú también lo haces como madremente puedes 💜